Hoy ayudé a una señora mayor a bajar del colectivo y eso me hizo sentir muy bien y espero haberla hecho sentir bien a ella.
Menos de dos horas después una vieja cheta de mierda basureaba mi trabajo y anudaba mi anatomía desde el estómago hasta la garganta haciendo casi brotar un excedente.
Lo desaté gracias a unas sonrisas de dientes y corazón y una sopita.
Me di cuenta que el futuro no se iba a hacer esperar más y que el disfraz estaba listo para ser desempolvado. Mis rodillas listas para lastimarse.
Seguiremos adelante.
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