viernes, 30 de julio de 2010

Desperte en medio de la noche

En medio de la oscuridad

En medio de una posible coherencia

Me parecio increíble estar toman do te.

Repito que mis sentidos iban despertando sacando ventaja a mis recuerdos que no entendian y no podian terminar de creer te.

Me duele moverme. Alisar las sabanas me asusta. Como tocar algun elemento de la escena del unico crimen que acepto, como romper la cabala, con lo mucho que las odio. Aceptame, tiemblo y no me juzgues.

No quiero perder te.

Mirarme es una punzada de espanto y algo de miedo, si vamos a desnudarnos. No me reconozco. Me siento una vieja y me confunde mi corazon que late indomable, encerrado pero... me siento seca. Quizas te estaba necesitando.

lunes, 19 de julio de 2010




Quizás el repentino embelezamiento (está bien dicho?) por los relojes era algo más que pura coincidencia, o casualidad, o nota al pie de una hoja cualquiera de mi vida.
El tiempo. Todos tenemos un tiempo para hacer algo que quizás esté destinado o quizás no.
Yo también tengo mi tiempo como vos y yo tengo una misión que necesito cumplir porque de lo contrario la entrada de la cueva va a empezar a cerrarse y yo voy a caer arrastrando a los míos para
nunca
más
salir.
¿Terrible, no?
Como si estuvieras durmiendo felizmente y alguien viniera y observara tu suave y delicado cuellito demasiado despejado a la intemperie entonces, sería un atento detalle abrigarlo con esa pequeña bufandita tan pomposa que está ahí. Cuando ese maldito alguien se obsesionó con el frío que pudiera estar sufriendo tu cuello que ya goza de la cobertura de una polera, está bajo el techo donde acciona una estufa prendida, la simpática bufanda se convierte en una horrible pitón que te envuelve, y te envuelve, y te envuelve. Así de mucho.
El obsesivo perdió la cuenta de las vueltas que dio la bufanda alrededor de tu cuello y todo el bulto le impide ver que tu cara se pone más morada y te está costando respirar, te estás ahogando, te estás muriendo, pero el obsesivo cree que hace un bien totalmente recompensable a una bandida que se atrevió a dejar su cuello sólo cubierto con una polera. (pero eso no sería lo correcto?)
Eso es lo que busco impedir.
Sé que el panorama muestra nieblas y tormentas así que llevo toda la protección esperando me sea suficiente. Para este campamento no hay juegos ni listas.
El reloj nunca para por más que a veces me parezca que sí y las cosas pasan.
Y ya me mareé ya no sé como explicarlo.
Tengo miedo de fallar.
No voy a dejar ahogarme por la bufanda, pero no voy a ser tan fuerte ante mi corazón.
Quiero cuidar cada detalle de mi plan. Quiero ponerlo en marcha antes de que sea TARDE.
No quiero morir ahogada por una bufanda.

sábado, 17 de julio de 2010

Dulce Juanita

Me encanta ponerle ritmo y melodía a las cosas que escriben las personas que están a mi alcance. (Sea original o no)
mentenblanco

Y a mi me causa gracia porque se indigna, porque cree que las sabe todas y mucho más, que vos, que yo, y que Manuela cuando prepara esas tortas tan ricas.
MMM, detestable, empalagoso hasta el hartazgo, como una melaza que de sólo pensarla te hace sentir irremediablemente metida en un sucundúm lleno de jalea excesivamente dulce (incluso para mí) y pegajosa y quisiera encontrar una forma de decirlo que te produzca la cara que me saca a mi en este momento, pero esta pastita atrofió los pensamientos en mi cerebro y el fresco fluir de las palabras. Porque fresco, eso es, es el antítodo de esta mugre, que empieza tan linda, tan atenta, tan, justamente, dulce, como toda arma mortífera de la peor, cuando ni siquiera estabas prevenido.
Jamás ibas a imaginarte que esa hermosa formita a todos tus sentidos iba a multiplicarse e iba a engatuzarte hasta atarte de pies y manos para poder seguir introduciéndote en vos y más y más y más y más y ya no podés más, pero más.
El calor innecesario; fijate que hasta el mismo calor se vuelve innecesario.

Cuando le pasó a Juanita, que era tan chiquita tan chiquita y quedó tan grande la pobre desafortunada me miraba con ojitos de no poder ni querer evitarlo, y yo cómo iba a saber en el baile que se estaba metiendo. Nos arrastró a todos y el bar quedó desierto de razón, era una lucha de pasiones furibundas en donde nos pegábamos hasta a nosotros mismos y yo la miraba a Juanita, que la quería tanto y sólo podía pensar en agarrarla pelito por pelito hasta dejarla pelada suavemente y sin importar que fueran como un millón. Y más cuando la vi pegándole a Pedro de esa manera la muy desgraciada cuando yo la había ayudado tanto tanto.
Seguramente no se acordaba.
Porque ella es demasiado estrella como para ponerse a pensar de vez en cuando en los infelices que quedamos opacados en su brillo, cómo si sólo viviéramos por y para ella, tomando nota y tratando de imitarla. Eso es muy triste. O porque efectivamente estoy vacía y no fue sólo una duda que llega cuando nos baja (mucho) el azúcar o porque ella no sabe VER a las personas. Sólo puede ver un espejo.
Pero yo jamás podría pensar así de Juanita.

lunes, 5 de julio de 2010

Porque tenían que ser impares.

Tenía tantas cosas en la cabeza que no tenía ninguna.
(casi como ahora)
como tener un cable, justamente ese, bloqueado aunque no quieras y quizás tenés otros abiertos pero no lo notás, no los valorás porque estás demasiado consciente de que ese que necesitabas abierto no lo está.
Es como una intermitencia.
No así este cuento.
Esta es la historia de un ¿amor? muy concentrado al punto en cuando el jugo ya te hace picar la garganta y vos no podés entender que algo que prometía cosas tan buenas te termine irritando de esa manera, desgarrándote, quemándote.
Sé que lo es, sólo me falta la historia.
Fue de la mano de ella, sólo necesitó bajarse la ventana polarizada que cubría cada ojo suyo para atender al llamado. Segundos decisivos. Ella decidió y él estuvo de acuerdo, aunque eso fue sólo el principio.
La sonrisa como todas, tan divertida que podría reirme ahora mismo hasta reirme de la pena por la seguridad que sentía, esa sonrisa tan pícara.
Hermosa en verdad porque si no él no hubiera caído (este es el cuento en donde no podemos usar un "lo que importa es lo de adentro").
Caímos todos y nunca me gustó tanto el dolor.
A ellos tampoco, se dejaron llevar. Era todo muy rápido y vivieron en una nube de vértigo que no dejaba ver nada, pero quién quería ver cuando ni siquiera podían detenerse.
Fueron su droga, el uno del otro. Se llevaron a conocer y a conocerse, mucha oscuridad y transparencias a la vez.
Nunca a la luz, porque podría haber sido la velocidad que prendiera fuego su nube, por más que ya hubiera tanto.
Pero las cosas que no deberían terminar son las que terminan. Un día se marearon de más y cuando ella despertó, él se había ido. Se incorporó sobre las sábanas blancas, miró alrededor. La ropa no estaba, no se había llevado nada más, mucho menos su olor, mucho menos su recuerdo. Lloró un poquito (un poco menos que yo).
Dio media vuelta y siguió durmiendo con un gustito amargo al "tenía razón"