domingo, 2 de mayo de 2010


O como una gran ola que me persigue, a veces por dentro, a veces por fuera.
A veces por dentro y por fuera.
Y en los momentos en los que dudo de mi cordura, puedo sentirla como un estallido de emoción, o más bien de locura desenfrenada y demasiado pasional que agita mi mar adentro. ¿Demasiado pasional? ¿Puede lo pasional ser demasiado?

Esta vez lo expreso,
cuanto me estreso
al caer en las desconcertantes frases hechas. Como empezar a leer un libro que me manipula (pero con unanimidad de todos mis sentidos en no oponer resistencia alguna) y así me arrastra en un ritmo vertiginoso y cautivante que termina por seducirme una y otra vez hasta que una pared inevitable se alza interrumpiendo bruscamente el curso de esta marea exquisita.
La pared es de palabras
Pocas
siempre
pocas
pero agudas, que en realidad llegaron a serlo porque fueron limadas por muchas bocas.
Muchas
siempre
muchas.
Tantas que llegan a lograr que la pared aparezca cada vez más pronto terminando por hacer desistir al aventurero, que picado por sus ansias de frenesí buscaba, cada vez con más timidez, abrir la llave para dar paso al torrente de, justamente, aventura.

Pero el aventurero no se rinde

Los extremos nunca son buenos promete una forma de vida en cartón, que hasta parece incluir grasas y nutrientes. Mentira. Con el cartón me quedo con hambre. Son palabras que en su conjunto lo único que logran es una receta tan estructurada, que elijo preferir, por esta vez, la enfermedad a la cura.
Podemos buscar el equlibrio.
Hace bien buscar el equilibrio, a decir verdad, mucho mejor que mandarse la parte de librito de autoayuda, es sólo un poema que se me está yendo de... ese espacio donde esperan, y les encanta esperar a las ideas que impactan por buenas, tanto que luchan por mantener un eco en nuestra mente, se nos vuelven estribillo de la canción que tal vez nunca terminemos de componer.
Pero la
realidad
es que vivimos de los extremos y por ende son tan buenos como el equilibrio.
Podrán acusarme de cobarde, señores, pero no me atrevo.
No me atrevo a negar que el equilibrio no sería tan utópico si los extremos no fueran tan parte de
nosotros nosotros
los
vivos vivo
si pienso que muero de lo mucho que
río río
que corre en un arrebato de
locura, qué locura
si paso las proximas siete noches sin pegar un
ojo, ojo
no sufras, no ames, no llores
que duele.
Podrán acusarme de cobarde señores, pero por hoy no duele si sé que si me atrevo a dejarme llevar al extremo.

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