domingo, 30 de mayo de 2010

Este texto se lo regalé a mi amiga N.

Todos dicen que de los errores se aprende. Pero yo te miro y me vuelvo a enamorar.

Quizás no fuiste un error. Quizás nunca nos equivocamos y el verdadero error es que no estés ahora conmigo viendo cómo escribo.

Hace mucho que no escribo y mis pensamientos son tan acumulativos que cuando llega el momento esperado, cuando finalmente estamos cara a cara, todo se me vuelve una bola densa inentendible y alguna actividad casual (como tener sed) me ayuda a salir del paso.

Será que lo que quiero es quedar bien con vos.

Cuando te miro me mirás, aunque a veces te miro tanto que hasta parezco tomar ventaja, breve victoria que comparto con nadie más que conmigo misma (y capaz es sólo un “si” de locos). Te redescubro en un bucle maldito en el que te conozco una y otra vez como acierto y como error y por más que MI laberinto tenga tantos pasadizos es siempre uno solo, como vos.

Entonces, como soy poetisa y me gusta pensar, pienso que las razones de saberte victoria y derrota son las mismas así como por lo mismo te quise y te odié y te quiero y te odio y con el corazón, y como a mi corazón le gusta doler por vos, me duele.

Tiemblo y lloro, pero es lindo, aunque podría ser más lindo.

Parece que te conozco de toda la vida, tanto que te invitaría a tomar unos mates, ver la película que me hizo acordar a vos y de paso, si tenés tiempo y ganas, te quedás a vivir conmigo para siempre sin necesitar perdices.

Quisiera que tu casa tuviera un buzón donde dejarte esta carta y vos la leés y sonreís; pero ni siquiera sé dónde queda tu casa.

Ni siquiera sé dónde quedás vos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario