La próxima vez que la señora G. se vuelva a pasear tan románticamente frente a mis ojos (martes 7.40 hs) voy a imaginar que me levanto y la zarandeo un buen rato hasta que ordeno sus ideas así deja de desordenármelas a mi y a otro montón de ilusos.
Porque sé que voy a tomar la cobarde y ética decisión de no hacerlo.
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