miércoles, 30 de junio de 2010

Ir O Ni A

Hoy ya es 30 de junio y Octavio sigue sin hablarme. Ninguno de los dos se fue de casa todavía, quizás porque no encontrábamos las llaves, o por estar demasiado ocupados, o no tener ganas de armar una valija. Como si tuviéramos muchas cosas.
Principalmente lo que no tengo es el valor de enfrentar lo que sería dar la espalda a lo que en algún momento construimos. Los dos.
Todo se me traduce sintomáticamente a una presión en el pecho que no descansa. Ya no me mira a los ojos y sólo se va cuando lo hace. Octavio y la presión.
Mis esperanzas eran las comidas. Somos las únicas dos personas que habitan esta pieza, lo lógico sería que comamos enfrentados. Una vez la lógica me demostró que no es más que una vil mentira y que nada podemos presuponer. O por lo menos en lo que a Octavio concierne; cómo iba a imaginarme que ya no iba a comer.
No comemos.
No compartimos la cama. Hay sólo una cama en esta pieza que parece ser lo único que todavía compartimos. Ya no es el mismo, tiene muy mal aspecto, porque el no dormir conmigo en esta habitación que nos acota tanto las reglas del juego siginifica no dormir. Me desespera no saber cómo llegué a causarle este mal al hombre que amo. Si supiera cuánto lo extraño.
Me siento cenizas, me hace sentir ácido a su piel.
Se sobresalta ante cada ruido, yo ya no me atrevo ni a llorar. Sólo puedo hacer de cuenta. Simular. Simular que sigo viva, simular que puedo concentrarme en algo más que su ausencia de cuerpo presente, como si estos malditos libros pudieran sacarme del laberinto de las puertas cerradas, como si pintarme la cara fuera algo más que una costumbre idiota. Estoy perdida. No estoy perdida sin vos. Estoy perdida por vos. No te entiendo, ya no te entiendo y te extraño Octavio...


Violeta. Violeta sigue pintando sus labios mientras los míos se vuelven más violetas porque tengo frío. Me muero de frío y si quisiera abrigarme no podría porque en esta habitación no hay frazadas ni queda calor.
No puedo mirarla, no puedo tocarla, no puedo dejarla.
No puedo dormir. No puedo creer la cantidad de cosas que por ella ya no puedo hacer.
No puedo entender. No puedo dejar de negar.
No sé en qué momento nos separamos sin soltarnos y ella se olvidó de mí. Nunca creí en las curvas de la vida, capaz mi error fue ser tan cuadrado como esta habitación maldita que hoy me tiene encerrado. Mis habilidades se redujeron a ser la sombra de ella y ver como se pinta, como lee, como duerme, como todavía puede seguir respirando, quizás es porque usa mis pulmones.
Violeta, ya no sé si sería mejor empezar a odiarte. Creo que no lo hago porque hace días que no como y no tengo fuerzas ni para eso.
Ahora sólo puedo extrañarla y verla pasar, porque así de idiota me dejó el tiempo violeta.


Y vivieron incomunicados.
Para siempre.

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